El libro
trata de la supuesta historia de un supuesto hombre, de origen árabe, del siglo
XIII en el Bagdad del Califato. Cada capítulo trata de un problema matemático o
de lógica, que presentan al 'hombre que calculaba', y al que siempre encuentra
solución, unas veces por su prodigiosa memoria, otras por su facilidad de
cálculo y otras por sus fantásticas dotes de deducción y de lógica.
Beremiz Samir, el Hombre
que Calculaba, aparece a un lado del camino que lleva a la
ciudad de Bagdad. Allí lo encuentra quien será el narrador de la
historia. Los dos personajes emprenden juntos el viaje.
Aquí os dejo el primer problema que se plantea en el libro y una pequeña cuestión al final del texto que me podéis responder en clase:
Hacía pocas horas que viajábamos sin detenernos cuando nos
ocurrió una aventura digna de ser relatada, en la que mi compañero Beremiz, con
gran talento, puso en práctica sus habilidades de eximio cultivador del Álgebra.
Cerca de un viejo albergue de caravanas medio abandonado, vimos
tres hombres que discutían acaloradamente junto a un hato de camellos.
Entre gritos e improperios, en plena discusión, braceado como
posesos, se oían exclamaciones:
—¡Que no puede ser!
—¡Es un robo!
—¡Pues yo no estoy de acuerdo!
El inteligente Beremiz procuró informarse de lo que discutían.
—Somos hermanos, explicó el más viejo, y recibimos como herencia
esos 35 camellos. Según la voluntad expresa de mi padre, me corresponde la
mitad, a mi hermano Hamed Namur una tercera parte y a Harim, el más joven, solo
la novena parte. No sabemos, sin embargo, cómo efectuar la partición y a cada
reparto propuesto por uno de nosotros sigue la negativa de los otros dos.
Ninguna de las particiones ensayadas hasta el momento, nos ha ofrecido un
resultado aceptable. Si la mitad de 35 es 17 y medio, si la tercera parte y
también la novena de dicha cantidad tampoco son exactas ¿cómo proceder a tal
partición?
—Muy sencillo, dijo el Hombre que Calculaba. Yo me comprometo a
hacer con justicia ese reparto, mas antes permítanme que una a esos 35 camellos
de la herencia este espléndido animal que nos trajo aquí en buena hora.
En este punto intervine en la cuestión.
—¿Cómo voy a permitir semejante locura? ¿Cómo vamos a seguir el
viaje si nos quedamos sin el camello?
—No te preocupes, bagdalí, me dijo en voz baja Beremiz. Sé muy
bien lo que estoy haciendo. Cédeme tu camello y verás a que conclusión llegamos.
Y tal fue el tono de seguridad con que lo dijo que le entregué
sin el menor titubeo mi bello jamal, que, inmediatamente, pasó a
incrementar la cáfila que debía ser repartida entre los tres herederos.
—Amigos míos, dijo, voy a hacer la división justa y exacta de los
camellos, que como ahora ven son 36.
Y volviéndose hacia el más viejo de los hermanos, habló así:
—Tendrías que recibir, amigo mío, la mitad de 35, esto es: 17 y
medio. Pues bien, recibirás la mitad de 36 y, por tanto, 18. Nada tienes que
reclamar puesto que sales ganando con esta división.
Y dirigiéndose al segundo heredero, continuó:
—Y tú, Hamed, tendrías que recibir un tercio de 35, es decir 11 y
poco más. Recibirás un tercio de 36, esto es, 12. No podrás protestar, pues
también tú sales ganando en la división.
Y por fin dijo al más joven:
—Y tú, joven Harim Namur, según la última voluntad de tu padre,
tendrías que recibir una novena parte de 35, o sea 3 camellos y parte del otro.
Sin embargo, te daré la novena parte de 36 o sea, 4. Tu ganancia será también
notable y bien podrás agradecerme el resultado.
Y concluyó con la mayor seguridad:
—Por esta ventajosa división que a todos ha favorecido,
corresponden 18 camellos al primero, 12 al segundo y 4 al tercero, lo que da un
resultado — 18 + 12 + 4 — de 34 camellos. De los 36 camellos sobran por tanto
dos. Uno, como saben, pertenece al badalí, mi amigo y compañero; otro es justo
que me corresponda, por haber resuelto a satisfacción de todos el complicado
problema de la herencia.
—Eres inteligente, extranjero, exclamó el más viejo de los tres
hermanos, y aceptamos tu división con la seguridad de que fue hecha con justicia
y equidad.
Y el astuto Beremiz —el Hombre que Calculaba— tomó posesión de
uno de los más bellos jamales del hato, y me dijo entregándome por la rienda el
animal que me pertenecía:
—Ahora podrás, querido amigo, continuar el viaje en tu camello,
manso y seguro. Tengo otro para mi especial servicio.
Y seguimos camino hacia Bagdad.
CUESTIÓN: ¿Cómo es posible que se hiciera el reparto sobre 36 camellos y, sin embargo, al final, la suma de los camellos repartidos resultara ser 34?
Si quieres leer el libro completo, puedes hacerlo en el siguiente enlace:
http://www.librosmaravillosos.com/hombrecalculaba/index.html
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